sábado, 25 de agosto de 2012

Bali, una sonrisa tropical (II)


8/8/2012 Despedida de Seminyak y llegada a Ubud
Baruna significa en balinés Dios del mar. La religión hindú se refleja en cada una de las estrechas carreteras de Bali, adornadas en sus márgenes con casas sencillas de arquitectura hindú que se conservan en perfectas condiciones. Cada una de ellas lleva aparejada un templo de mayor o menor envergadura, según la casta familiar, en la que se conservan los cuerpos o cremaciones de los antepasados. Si miras al cielo de Bali verás decenas de cometas que se suceden en el horizonte y que brotan de cada uno de los hogares en honor a los dioses.

Abandonamos nuestro primer asentamiento en Seminyak para penetrar en la selva tropical. Conforme el coche avanza, nos vamos alejando de las playas turísticas y los rostros occidentales se esfuman de un paisaje que nos muestra por primera vez las entrañas del trópico. Es una estampa que jamás habíamos contemplado: árboles de mango, papaya, cacao, café, palmeras, bambú y terrazas de arroz que exprimen nuestros sentidos hasta que estallan como palomitas de maíz. En la calzada, junto con los coches, se mezclan motoristas, mujeres que transportan frutas o mercancía sobre cántaros o bandejas que colocan sobre sus cabezas y niños que abandonan su colegio en bicicleta y que forman una armoniosa fila india en el diminuto arcén de la carretera. Niñas con trenzas y mochilas en las que contienen material escolar clásico, estampas propias del Nueva Orleans de tiempos pretéritos.

Los tres miramos por la ventana mientras nuestro guía-conductor maneja el coche con tanta soltura como el castellano. Muke lleva años trabajando de guía para españoles en Bali. Nos cobra 45 euros al día, más barato que otros guías que nos pedían 55 euros por jornada. Tiene una furgoneta sencilla, una Suzuki que día tras día hace rechinar su chasis por unas carreteras bacheadas, angostas y de vez en cuando, pedregosas y parcheadas.

Al fondo, templo de Tanah Lot.
De camino a Ubud, nos dirigimos primero al norte de la costa, donde se encuentra el templo de Tanah Lot, construído en plena playa, entre acantilados, y al que solo se puede acceder cuando la marea no es tan alta que te cubre hasta la cintura. Aun así, tuvimos que remangarnos los pantalones y recibir la mano amiga de los cuidadores del templo, mucho más diestros que nosotros en estas lides.

Seguimos nuestro camino a Ubud y paramos en una especie de estación de servicio. Una pequeña tasca en cuyo umbral encontramos una estantería que ordena botellas de litro de gasolina -a 0,45 céntimos de euro- para proveer a los coches y motocicletas. Teníamos hambre y pedimos a Muke hacer un descanso entre los pueblos de Penebel y Marga para comer. Son típicos de Bali los frutos secos. Estas tascas venden tapioca, hojas de gamba, tortas de harina de arroz... Se preparan en unos plastiquitos rudimentarios por los que ni nos molestamos en preguntar su precio y que resultaron ser muy baratos como pensábamos. Al contrario que estas pequeñas exquisiteces, la comida fue un desastre. Encontramos pelos y muchas hormigas pegadas a los granos de arroz y los cuadrados de tofu. Opté por no comer, aunque mis compañeros de viaje, Pablo y Javi se liaron la manta a la cabeza y se lo terminaron sin consecuencias digestivas al día siguiente. Yo me negué a probar las hormigas fritas.

Estación de servicio balinesa, con las botellas
de gasolina a la derecha
Después de visitar un parque de monos y murciélagos, grandes como una pierna, nos detuvimos en los arrozales de Jatiluwih, probablemente, un paisaje que la mirada es incapaz de captar, no hay gustos suficientes como para saborear tanta belleza. El verde reblandecía en el horizonte como una manta de césped que se desparramaba por las paredes de las terrazas de arroz. Nos sentamos en otra taberna, esta de mejor aspecto. Vimos comer a Muke un Nasi Goren de una pinta estupenda y decidimos probarlo por solo 1,4 euros: huevo, arroz frito, pepino y hojas de gamba. Además, nos sirvieron tres tés por tan solo 0,9 euros más. Allí nos relajamos y disfrutamos del paisaje.

El arroz es el alimento más consumido en Asia. Se dan las condiciones perfectas para su cultivo, lluvias constantes. Si el terreno de cultivo no es llano, en las laderas de las colinas se disponen terrazas sobre las que se plantan las semillas. Cada cuatro meses, el grano germina de unas plantas que han crecido medio metro de altura. Son las mujeres las que cortan el tallo y lo sacuden contra el suelo para obtener el grano. Hay distintos tipos de arroces, negros, amarillos, rojos y que aportan calidades distintas a este aimento. Cada cuatro años el suelo necesita descanso y se deja en barbecho para que recupere su fertilidad.

Arrozales de Jatiluwith.
Pasadas las seis de la tarde llegamos por fin a Ubud, y nos instalamos a dos kilómetros del centro, en una villa pacífica que da la sensación de estar deshabitada. Apenas hay seis o siete chalés. Desde la terraza del cuarto de Javi y Pablo la vista se funde con el horizonte: vegetación, árboles tropicales y un cielo azul que va oscureciéndose y que no habíamos visto en cinco meses de ceguera en China, con cielos grises la mayor parte del año, que solo dejan espacio a un pálido azul algunos días salteados de verano. Después de la ducha, a un par de minutos andando de la villa, comimos en el restaurante Nuri´s las mejores costillas a la parrilla que recordábamos, acompañadas con un zumo de plátano y otro de papaya. Por fin la carne dominando un plato, por fin la fruta revitalizadora. Todo por 12 euros. También se lo debemos a la Lonely Planet. Bali había cambiado su vestido, de la estridencia del turismo a la armonía de la tradición.



9/8/2012 Primer día en Ubud: nos atrapa la frondosidad de su cultura
Llegamos a 'La Danza de Barong y Kris con 10 minutos de retraso'. Eran las 9 y 10 pasadas de la mañana. Accedimos a un graderío con un aforo a la mitad. El público lo formaban extranjeros ávidos de tomar fotos, de rellenar la tarjeta de memoria compulsivamente, con imágenes que, por lo manoseado del lugar, bien podrían encontrar en internet; occidentales estresados en su desestrés de las vacaciones, engañados en su propio desengaño; una lucha de días desatada por la gula de sacar fotos, desentendiéndose del momento y su entorno; una autodefensa que les lleva a  sentir que amortizan cada céntimo invertido en este viaje y que les convierte en presos de la planificación de unas agencias de viajes que se aprovechan de la voracidad impulsiva del turista ofreciéndoles chuletones de carne que al final resultan ser de plástico.

Aquella danza nos costó 10 euros. Como esos turistas narcotizados, también pasamos por el aro y sin complicarnos la vida, asistimos a una representación de teatro tradicional balinés edulcorada. Los personajes bailaban e interpretaban al son de unos instrumentos locales que emitían sonidos más o menos estridentes según el episodio representado. Lo que vimos al fin y al cabo era, más que un teatro, una copia de las representaciones teatrales de épocas ancestrales. Más interesante fue luego la explicación de nuestro guía sobre la cosecha de arroz en un cultivo situado justo a la espalda de aquel teatro. El mismo guía que nos había recomendado la danza del Barong y Kris ahora nos entregaba una clase maestra de biología agrícola gratis.

Durante el viaje y aprovechando las horas de coche muertas que servían para trasladarnos de un templo a otro, Muke nos ilustraba con datos que nos ayudaban a componer el puzzle de una Indonesia de la que antes de aterrizar sabíamos poco más que su nombre. Nos explicó la idiosincrasia del pueblo balinés, los ritos espirituales hindúes o los rasgos culturales de su pueblo. Los niños en la escuela aprendían bahasa, balinés e inglés; la lengua indonesia, la local y la internacional.

También nos contaba que a día de hoy las castas siguen imponiendo jerarquías dentro de la misma sociedad, por lo que según a qué casta pertenecieran, hablarían el balinés de una forma u otra, los santuarios donde enterrarían a los muertos serían más o menos grandes, o el tiempo de espera para cremar a un fallecido, menor o mayor, dependiendo en buena parte de los ahorros acumulados para ofrecer al fiambre una ceremonia lo más digna posible.

Ritos que hacen los balinese delante de cada
establecimiento, casa, templo...
Para otros asuntos, las castas o privilegios sociales se igualan. Por eso, en el umbral de cada lugar hecho para el humano, sea un templo, una casa, una tienda o un restaurante, se coloca un recipiente cuadrado del tamaño de la palma de una mano hecho de hojas de plátano al que se le añaden elementos que se ofrecen a los dioses, como comida, flores, incienso, monedas...

Volcán de Batur, en cuya ladera se aprecia el terreno quemado por la lava.
La carretera siempre comunica un poblado con otro y apenas hay zonas sin vida humana. Siempre se avista un pequeño poblado que recibe al viajero. El balinés vive principalmente de la agricultura y la artesanía. Hay poblados que se dividen en barrios según la modalidad artesanal en la que se han especializado. Por eso, encontramos la zona de la piedra, con esculturas de piedra tallada; el de la madera, con hermosas figuras o muebles hechos de una madera de una apariencia noble; o el de las esculturas de cemento. Todos estos comerciantes son mayoristas que esperan grandes pedidos para vender al exterior. La mano de obra indonesia se ha posicionado como una de las más baratas en Asia y disponen de abundante materia prima, en su mayoría de calidad, que dejan al turista con la duda de si confirmar o no un pedido.

En uno de esos paseos en coche, apreciando la vegetación, Muke nos contaba que el precio del terreno en Bali había aumentado mucho en los últimos 20 años, desde que el extranjero descubrió la isla. Ahora 1000 metros cuadrados se pagarían a 100.000 euros, una cantidad muy similar a la de zonas de prestigio en España. Montar un hotel ya no es cosa de jóvenes aventureros, sino de ricos chiflados que buscan un retiro, bien al abrigo del aroma lujurioso que desprende esta isla, según en qué sitios, bien al abrigo del eterno descanso, según en qué otros.


Chekin, los arrozales más fotografiados de Bali.
Cerca de uno de esos barrios artesanales, se descubrían al turista los arrozales más fotografiados de Bali. Habíamos llegado a Chekin. Nos detuvimos y una niña de apenas 9 años nos perturbó pidiéndonos 20.000 rupias a cambio de un puñado de postales a las 11.45 de una soleada mañana. "¿No deberías estar en el colegio?", le preguntamos. Ella nos respondió en un inglés que sonaba bastante bien que ya había terminado las clases aquel día -en realidad no le faltaba razón, porque las escuelas cierran a mediodía, ya que sus horarios van acompasados con la luz del sol: amanece a las 5 de la mañana y anochece a las 18.30, por lo que a las 9 están en la cama-. Pero a juzgar por su aspecto churretoso y la ya perdida inocencia de unos ojos que llevan rastreando en los corazones de los turistas el mal de conciencia occidental que les permita obtener unos céntimos de euro, diría que esta niña nos mentía. "El dinero es para pagarme los libros del colegio". Le dije que me engañaba, pero me resultó tan simpática que le pedí que nos sacara unas fotos y le seguí dando conversación. Ya sabía yo que le daría unas 2.000 rupias en compensación a su simpatía. Cuando se las entregué me explicó que las postales costaban 20.000. Yo solo quería agradecerle su amabilidad por el tiempo que nos había prestado. Ella se esfumó y volvió a su posición, al frente de los arrozales, allí donde los turistas voraces acuden con diferentes rostros y mismas actitudes a pulsar el gatillo de sus cámaras con fotos que en su mayoría se acumularán en las alacenas del ordenador. Nosotros emprendimos el camino hacia la montaña.

La comida la cubrimos con 50.000 rupias, algo menos de cinco euros, con vistas al volcán de Batur, cuya lava ha pelado una de las laderas de su efigie. De ahí viajamos hasta el Templo Madre, seguramente el más grande de todos los templos de Bali, y ya de vuelta en Ubud cenamos bastante caro, por unos 20 euros en Bebek Bengil, un restaurante muy lujoso que competía en decoración con otros muchos de la zona. El pato frito, su especialidad, resultó ser menos especial de lo que se suponía. Mientras comíamos nos sacudió un terremoto de 5,2 grados. Solo lo sentí yo, pero pensé que alguien había movido la mesa y que serían cosas mías. Apenas se notó, pero al día siguiente todos menos nosotros lo comentaban. Nuestro primer paso por la noche de Ubud fue infructuoso. Un baylies de 6 euros que nos llevó directamente a la cama en un pueblo que se prestaba más a la tarde que a la noche. El turismo de Ubud era claramente más cultural que el de Seminyak y Kuta. Y nuestra Villa encajaba totalmente en ese entorno: callada y rodeada de vida, no precisamente humana.


10/9/2012 Nos despedimos de Ubud amortizando al máximo sus encantos
Hoy es el día de la cremación de los muertos. Hay ceremonias por todos sitios. Los balineses caminan en grupos formados por centenares de personas hacia cualquiera de las decenas de templos repartidos en la isla. Las mujeres portan sobre sus cabezas las ofrendas y los hombres caminan junto a ellas. El tráfico se colapsa por momentos y Muke tiene que tomar rutas alternativas para alcanzar lo antes posible los distintos destinos que nos hemos marcado esta jornada.

Templo del manantial, donde se ve al fondo personas purificándose.
La tradición manda quemar los sarcófagos de los muertos junto a sus pertenencias. Posteriormente los restos los riegan con agua para distinguir qué cenizas pertenecen al cuerpo de la persona. Este rito bebe de la creencia en la reencarnación. Mediante esta práctica se libera el alma del muerto para que pueda reencarnarse en otro cuerpo, bien sea una planta, un animal o una persona. En la creencia hindú, cada cuerpo reúne los cinco elementos de la vida: el fuego, la tierra, el aire, la eternidad y el agua. Quemando los cinco elementos, se consigue que los huesos regresen a la tierra; la sangre, al agua; la respiración, al aire; las uñas y el pelo, a la eternidad; y el calor, al fuego. Así los cinco elementos retornan al lugar de donde proceden y el alma puede por fin tomar otro cuerpo.

Muchos grupos se detienen frente a árboles majestuosos, de un diámetro de varios metros. De hecho, resulta difícil vislumbrar el tronco, escondido tras unas ramas que caen como tiras de cera fundida desde la copa del árbol y que le dan al árbol un aspecto añejo, de donde manan sabiduría y espiritualidad. Son los llamados árboles sagrados. Están prácticamente contados dentro de Bali y ocupan el primer lugar en la familia de los árboles y plantas. Los dioses arrancan estos árboles del paraíso y los regalan a los humanos. Los balineses disponen sus ofrendas al árbol sobre bandejas con distinta geometría. Las bandejas cuadradas representan a la luna; las redondas, al sol; y las triangulares, a las estrellas. Estos elementos unidos constituyen las fuentes de luz de la vida.

Inmersos entre las ceremonias, salimos del coche, nos atamos a la cintura el sarum y nos adentramos en el templo del manantial, que se distingue del resto por contener un estanque de agua al que acceden los feligreses para purificarse. Resultaría una falta de respeto desvestirse, y para conseguir la purificación se debe poner la cabeza debajo de alguno de los chorros de agua que descienden de las montañas. Es día de ofrendas y se sacrifican animales, como un pato y una gallina que portan unos religiosos con sus patas maniatadas. El acto resulta despreciable si no se atiene al contexto religioso y tradicional.

Un almuerzo de nasi goreng al lado de Muke antes de visitar
el pueblo de Pendipurak
Por la tarde, después de haber descendido al templo apodado 'de las escaleras' por su longitud, almorzamos nasi goreng enfrene del poblado de Pendipurak. Estamos en el área de Bangli y pasamos a una de las aldeas más fotografiadas. Los lugareños nos invitan a visitar sus casas. Vemos sus cocinas de barro tradicionales, sus animales, sus plantas y sus almacenes. A la salida, también muy amablemente, nos invitan a comprar alguna de las artesanías que confeccionan. Como no queremos nada, le damos algo de dinero y nos marchamos. Justo a la espalda de esta aldea comienza el bosque de bambú. Hemos parado antes en uno de ellos con el coche y la frondosidad de esta planta nos impide ver más allá de 20 metros. El tallo del bambú se usa en Asia como estructura para los andamios. Pero su tallo también puede servir de comida, si se extrae la carne que encierra su resistente cubierta de madera.
Disfrutando de nuestro café lemur... por cinco euros

En Bali existe un pequeño animal famoso por el café. Su nombre es lemur (luwak en balinés) y sus heces valen su peso en oro. La misión del lemur consiste en ingerir los granos de café que luego serán limpiados por los agricultores para proceder al tostado tradicional y a la posterior moledura. Nowvie, una joven balinesa que atendía a los clientes de una cafetería dispuesta en medio de la carretera y adornada con una huerta que contenía todas las plantas tropicales más representativas de la isla, como jengibre, vainilla o cacao, nos explicaba que el lemur otorga al café condiciones muy saludables para las personas y que además rebaja la cafeína en un 70%, multiplicando por diez el precio de un café normal.
Granos de café normal y granos de café lemur a la derecha. También se aprecia
algo de cacao a la derecha del todo.
Para que entiendan. Una taza de café lemur nos salió por 5 euros. Para rebajar el puyazo, nos sirvieron junto a nuestras tazas de café, distintos tipos de brebajes, tales, como cacao, vainilla, té, coco y distintos tipos de mezcolanzas.


Por la noche volvimos a la villa. El servicio de esta villa nos recordaba a alguaciles de diferentes escalafones. Está el que amablemente nos recibe con una sonrisa nerviosa y nos asciende a míster Luis, Pablo y Javier, y los de más baja categoría, que realizan las tareas más oscuras, apenas tienen derecho a hablarnos y reciben clandestinamente las reprimendas de su superior cuando los huéspedes descansan a pierna suelta en sus amplias habitaciones. Todo esto eran suposiciones nuestras, pero daban la sensación de que no descansaran, de provenir de una raza o una especie destinada a servir en aquella villa, sin más vida que la de preparar desayunos, sonreír al turista y cambiar las toallas de unas habitaciones enormes, huérfanas de decoración y utensilios.

Uno de los empleados de la villa corta la barba a un ya anciano
Adam Smith. Sobre la mesa, sus pinturas.
Uno de los chalés de esta villa está ocupado desde hace años por un viejo ciego cuyo pseudónimo artístico es Adam Smith. Alcanza ya la edad de los 96 años y detrás ha dejado una estela de vivencias imposible de narrar salvo en una biografía. Pregunto si sería posible hablar con él, pero el alguacil me responde con una sonrisa compasiva y un tono de siervo que me encrespaba: "Mr Smith is so old now, he is usually resting and can´t speak (el señor Smith está viejo ya, está cansado y no puede hablar)". Mirando en Wikipedia adivino que nuestro vecino llegó a Indonesia en la década de los 50 de la mano de los holandeses para cumplir con el servicio militar en una isla que todavía pertenecía a los holandeses. Luego fue arrestado por los japoneses y fue recluido en un campo de concentración hasta que consiguió librarse y regresar a esa isla que le cautivó y de la que manó su fuente de inspiración para construir una pinacoteca en la que retratar a las balinesas de una forma muy similar a la que encumbró a Gauguin en la Polinesia.

La última noche conocimos a Sandra, una superviviente española en Indonesia, país que le condujo a la paz tras años de estrés trabajando desde los despachos de Iberia. Diplomada en turismo vio en este país la oportunidad de llevar a cabo una vida más pacífica y silenciosa, en armonía con el mar y la tierra. Lleva cuatro años en Bali después de trotar por islas selváticas y tropicales; posee su propia agencia de viajes y se dedica prácticamente a satisfacer los deseos aventureros de los hispanohablantes. Entre otras actividades destaca el submarinismo. Forma parte de su vida repetir a los neófitos día tras día y semana tras semana los procedimientos para bucear correctamente, pero ya en el agua, ella se alimenta de su imaginación para saborear los paisajes marinos.

Sandra sentada en la moto por la que se mueve por Bali.
Nos saca de paseo por la noche de Bali, una noche silenciosa, vacía, con disposición por parte de los empresarios locales, pero pocas ganas por parte de los visitantes. "Aquí hay días que se te llena la ciudad por la noche y otros días que no hay nadie; no importa que sea sábado o lunes. El que decide cuándo salir es el turista", nos comentaba Sandra. Vasca de 38 años, conocía a todos los jefecillos de la noche ubutiana. Mafiosos a pequeña escala que con 27 años empiezan a cumplir el sueño de vivir de la noche y todas las moléculas contaminadas que rondan en rededor y que les muda el rostro convirtiéndolos en personas directamente sospechosas. Sandra nos presentó a varios de ellos. Mismo perro, distinto collar.

Uno de los personajes de aquella noche resultó ser un fotógrafo que nos aseguró trabajar en Bali para la agencia de fotografía más grande del mundo, Martí. Fuera o no verdad, se podría decir que su larga estancia en esta isla estaba acabando con su cordura entre copa y copa a juzgar por su manera de hablar y su desinhibida lengua. Si algo nos enseñó Martí es que para vivir en Ubud hay que cumplir un principio básico, no temer a la soledad.

martes, 21 de agosto de 2012

Bali, una sonrisa tropical (I)


5/8/2012
Era de noche cuando aterrizamos en Bali. Sabíamos que los taxistas querrían timarnos. En eso no cambiábamos mucho con respecto a China. Abandonamos el aeropuerto en un taxi por el que nos pedían 20 euros al principio y que rebajamos a 6. La carretera estaba tejida de baches, era estrecha y daba la sensación de que los coches iban demasiado deprisa, adelantando a motociclistas y besándose con los otros coches que venían de frente. El paisaje estaba soterrado bajo la oscuridad de la noche, nosotros estábamos cansados y deseosos de ver las condiciones del primer hotel, que nos hospedaría los tres primeros días. Resultaron ser magníficas. Dejamos nuestras pertenencias y bajamos a saborear la cerveza local. Bintang. Una cerveza más dura y amarga que las chinas. Una cerveza con sabor a Cruzcampo y que resbalaba en nuestro interior como una pócima. Allí vimos la primera pandilla de españoles, bailando una música reggae, totalmente desconectados de la vida y en simbiosis con el más allá.
Primer desayuno en el hotel Fave
Al poco tiempo de entrar en Indonesia ya éramos millonarios. Cada uno de nosotros había sacado del cajero un millón de rupias, lástima que al cambio sólo fueran 84 euros. Nos fuimos enseguida a la cama. Pronto amanecería y se descorrerían las cortinas de un país alucinante.











6/8/2012
Nos despertamos en el hotel Fave, Seminyak, zona de turistas de edad madura y con pasta. Sur de la isla, zona de playas, tiendas, restaurantes y bares de copas. Exfoliante del estrés.

Se había hecho la luz. La sensación fue la de haber rellenado un lienzo vacío con colores vivos tropicales. Tomamos un taxi Blue Bird -los únicos con la deferencia de hacer trabajar el taxímetro- hasta una templo situado en la zona de playa y en el camino observamos que el porcentaje de occidentales doblaba al de los balineses, de piel más oscura, ojos ligeramente rasgados, dientes saltones y estatura menuda. ¿Sería toda la isla así? Australianos mayoritariamente, muchos holandeses, muchos franceses, norteamericanos, alemanes...

Para entrar en el templo necesitábamos sarum, un pareo que cubriera las piernas hasta el tobillo. De nuevo regateamos, aunque a Javi le aburra esta técnica extendida en los países subdesarrollados asiáticos y tan bien caricaturizada en 'La vida de Bryan'. Volvimos a rebajar el precio y conseguimos unas telas de una textura magnífica y preciosas. Al poco nos adentramos en la playa, de aspecto muy normal, de arena tostada poco ancha y de mucho oleaje. ¿Es Bali un destino de playa y sol? Sí, pero no el mejor del mundo ni mucho menos. Bali reúne muchas otras bellezas que dejan a la playa relegada a un segundo plano.

Ya allí vimos al segundo grupo de españoles, unas chicas que se tostaban desde las hamacas de un resort a orillas de la playa, con piscina y copas incluidas. Eran andaluzas y posiblemente sevillanas, de perlitas y bikinis discretos. De las que me gustan.

Playa de Seminyak al atardecer 
Comimos en el peor de los sitios que podíamos, quizá porque nos sobrecogió el precio que pagamos y porque la comida que buscábamos era más balinesa que occidental. Íbamos con el deseo de probar el famoso Nasi Goren y nos encontramos carne americana. Eran casi las tres de la tarde, mal horario para comer en Asia, por lo que no tuvimos elección. El local fue el único que encontramos abierto, el WW, por si van por allí. Se encontrarán posiblemente con Cristian, un ilusionado chico balinés que pensó que Pablo y yo éramos jugadores de fútbol. La única vez que hemos sido futbolistas. Nos propuso incluso venir a probar a la Liga Indonesia, pero no creo que esa cláusula se conciba en el contrato de Extenda.
Ese día Pablo llevaba la camiseta del Cádiz. Andando por la playa, a la vuelta de comer nos cruzamos con una pandilla de gaditanos. Más tarde volvimos a encontrarnos con ellos, nos fotografiamos y nos hablaron de la situación en España. "Lo mejor que podéis hacer es no volver allí en unos años; sois unos privilegiados por trabajar en China", nos decían. Fue la primera anécdota del viaje.

Vistas de la zona de marcha de Kuta desde el Sky Garden
Por la noche cogimos un taxi en dirección a Kuta. Más al sur que Seminyak e inundado de extranjeros, aquí el porcentaje podía ser de un 85% contra un 15% en favor del turista. Los que se mueven por aquí suelen ser más jóvenes y de menos dinero que los que lo hacen por Seminyak, por contra, turistas jóvenes en busca de marcha, playa y alcohol.
Plato típico de Nasi Goren en el restaurante Poppies
En Kuta cenamos en el Poppies, bien recomendado por la Lonely Planet. Un restaurante de lujo en el que las mesas se reparten bajo una choza iluminada con farolas chatas -similares a las del decorado de la escena del deshollinador en Mary Poppins- y entre estrechos canales donde servían unas mujeres ataviadas con trajes balineses. Probamos el Nasi Goren, la comida típica de allí; consiste en un arroz frito con verduras, sobre el que se posa un huevo frito y se acompaña con pepino y hojas de gamba normalmente. Es una comida de batalla que repetimos en varias ocasiones. Aquí pagamos más de 13 euros por cabeza, pero nos supo bien. A continuación, entramos en la discoteca Sky Garden, un salteado de prostitutas locales, australianos y occidentales en general. Junto a esta discoteca, de cuatro plantas y la de más nombre en la isla, se yergue un monumento que recuerda a las víctimas del atentado islamista de 2002, donde murieron más de 200 personas, la mayor parte de ellos, australianos.

En este primer día nos impactó el desbordamiento de turistas en esta zona costera al sur de Bali. Todo se rinde a los pies del extranjero, con restaurantes de lujo ornamentados con detalles balineses refinados y tiendas de surf, de decoración o madera de ébano que tientan al consumo opulento. El tráfico es asfixiante y las calzadas se han quedado estrechas para albergar tantos taxis y motos; estamos dentro de un monopoli o un juego de mesa que nos convierte en miniaturas que se mueven en un entorno de casas bajas, vegetación tropical y mucho color, el que desprenden los árboles, las casas, los templos y principalmente las personas de diferentes razas que circulamos por allí.



7/8/2012
Jimbaran, pueblo de pescadores y resorts multiestrellas cuyas piscinas ligan con la arena de una playa más rubia que la de Seminyak. Hemos ido en taxi por aproximadamente 7 euros. A diferencia de China, aquí los taxímetros, además de las distancias, tienen en cuenta el tiempo. E ir al sur , dependiendo de según qué hora, puede llevar mucho tiempo. Al sur de la isla de Bali cuelga una Península pequeña, donde se encuentra Jimbaran y muchas calas en las que se fabrican las mejores olas del mundo. Está plagado de surferos que se desplazan con sus tablas unidas al cuerpo de la moto. El taxista recorre varios kilómetros en la marcha primera. Hay un estrangulamiento de la carretera y se nota, aunque dentro de poco se terminará de construir una autopista que unirá Jimbaran con Sanur, que se asemeja a Seminyak, pero en la parte oriental del sur de la isla. Por allí anda también el aeropuerto de Denpasar, otra zancadilla para el tráfico. Mientras digerimos la pesadez de la circulación, nos percatamos de la cantidad de banderas indonesias que ondean en los márgenes de la carretera o desde los jardines de las casas. Según nos comenta el taxista, están puestas ahí para conmemorar el aniversario de la independencia de Indonesia de los holandeses, el día 17 de agosto, hito que se produjo a mitad del siglo pasado. Con el paso de los días, testando la isla de Java y Bali y oyendo los comentarios de los oriundos, nos hemos dado cuenta de que Bali está unido a Indonesia artificialmente y no hay nada que los haga indivisibles. Los balineses disponen de una lengua propia, una religión más inocua, humilde y bella que la del resto de Indonesia, la musulmana, que se contagia de esa especie de sumisión a Dios que persigue a las personas en los países árabes y que se extiende por otros países del mundo tan alejados como Malasia o Indonesia, contagiados por el mordisco del zombie que desposee de libertad a su víctima. Sin embargo, el Gobierno de este país subdesarrollado instala las banderas en las carreteras, bien visibles, para imponerle al pueblo una patria desalmada; eliminan las banderas locales de todas las islas y solo permiten la rojiblanca.

En Jimbaran nos recibió el sol con toda su fuerza. Fui a visitar el poblado de pescadores mientras Javi y Pablo se entregaban al tórrido calor reblandecidos sobre los sarums o pareos que habían extendido sobre una arena más fina y despoblada de gente.

Jimbaran, pueblo de pescadores
Yo también me quemaba el cuerpo andando hacia las barcas, alrededor de 45 minutos para ir y otros tantos para volver. Los aviones aterrizando y despegando contrastaban a la espalda de unos pescadores que se afanaban con artes muy rudimentarias por depositar los cubos de pescado en la delgada costa. Allí vendían dos kilos por algo menos de dos euros, unas 20.000 rupias. Pescado fresco que iba directo a las despensas de los restaurantes de Jimbaran. A la vuelta, fuimos a comer pescado a la parrilla. Nos dejaron mirar los productos y elegimos entre otras cosas snapper (parga), sepia, satay (pinchos de pollo) y almejas. Pagamos algo más de 10 euros por una degustación en la playa. Restaurante Bamboo, también exitosamente recomendado por Lonenly Planet.

El anochecer en Bali es magnífico -no porque me guste presumir, pero el de Cádiz tiene poco que envidiarle-. Cuando bajó la marea, un grupo de niños montó dos porterías y dispuso un partidito hasta que la luz natural se agotaba a eso de las 18.30 de la tarde, porque aquí es invierno y la luz del sol se funde antes. Volvimos a la zona de los restaurante, esta vez elegimos otro local, el King´s Crab, para probar diferentes pescados y delicias, esta vez mero y gambas, pero el restaurante resultó ser de menor calidad que el anterior y el precio muy similar. Eso sí, los zumos de fruta caseros resultaban deliciosos en cualquier sitio que los tomaras; algunos cobraban algo menos de un euro y otros casi dos euros o incluso más. Esa noche probamos también un cóctel explosivo balinés, un mejunje de Sprite con Arak, que sabía a alcohol puro y que según nos informamos contenía ciertas cantidades de metanol.

Atardecer en Jimbaran
La noche, a la orilla del océano, era tan preciosa como las mujeres que nos rodeaban en otras mesas o la voz de una orquestilla balinesa que se paseaba de grupo en grupo cantando temas clásicos, incluso atreviéndose en castellano. El sol se había puesto hacía rato, eran los ocho de la noche y regresamos a casa para ducharnos y rematar la faena en el Sky Garden, la discoteca, donde solo duramos las horas que nos dio de prórroga el cansancio.




domingo, 19 de agosto de 2012

Por el Cádiz, Bali la pena



En Bali los colores se funden como un arcoíris. Hay sol en el sur y agua en el norte. Los arroyos que descienden hacia la zona costera mantienen al sur fértil y lleno de vegetación tropical, cocoteros y plataneros que ligan con una arena del color de la canela. Por Bali se entiende turismo de playas, pero las playas quedan solapadas por un interior que emite una energía especial. El verde de los arrozales sometido al naranja de una puesta de sol que se pierde detrás de unas palmeras esbeltas y de tallo liso. Entre todos estos colores, el amarillo del Cádiz. Tanto mi amigo Pablo León (técnico de Comercio Internacional en Shanghai para Extenda) como yo, incluimos dentro de nuestras maletas de un tamaño poco más grande que las mochilas escolares, la camiseta del Cádiz. Yo decidí ponérmela en un día de visitas a templos, por si quedaba tocada por el espiritualismo de la religión hinduista que se profesa en Bali. La combiné mal, con un sarum (pareo) rojizo que se mataba con el amarillo. Lo usé como falda, para evitar andar poniéndomelo y quitándomelo en cada visita a los templos. Allí teníamos a un chófer-guía balinés que nos llevaba a los tres amigos de visita de un pueblo a otro por carreteras estrechas y arcenes de apenas un palmo de ancho por 45 euros al día en temporada alta. Hablaba español, era moreno y su nombre, Muke. ¿Qué ocurrió? Que obviamente acabé llamándole Moke. Tenía guasa la cosa. Tanta guasa como que su mejor amigo español allí es gaditano, Fernando. Por supuesto que Muke/Moke conocía Cádiz. De oídas. ¿Un gaditano que no hable de Cádiz?

En uno de los viajes por la región de Ubud, la parte interior de Bali, una joya por su mezcla de naturaleza, religión y arquitectura hindú, Moke detuvo el coche frente a un colegio en medio de la nada y nos preguntó si queríamos entrar a ver a los niños. Era nuestro último día en Ubud antes de volar a Sumatra para visitar los volcanes de Bromo y Kawa Ijen. Entendí esta oferta como una oportunidad estupenda de parar allí y tener un momento con los escolares balineses en mi misión de evangelizar el cadismo. La arquitectura balinesa destaca por ser chata, nada de edificios altos que obstaculicen la libertad de la mirada. Así era el aeropuerto, como casas unifamiliares y así era el colegio, como un chalecito de Chiclana, con sus tejas, sus terrazas y sus huertos, en este caso, de mangos, papaya, cacao y café.

Cuando entramos en ese colegio, los profesores de la sala de estudio nos miraron. Fue sonreír y devolvernos la sonrisa, aunque estábamos usurpando su propiedad. Los niños salieron en manada, con sonrisas melladas. No pasarían de los 6 años. Estaban felices, todos vestían uniforme para evitar distinciones sociales y para reconocer el colegio como un centro educativo y no como un arrabal callejero en el que andar a la gresca como sucede en esta España de acomplejados.
Los niños se arremolinaron entre nosotros, perdieron la vergüenza en el momento que les pedimos una foto y desgraciadamente muchos nos extendían el brazo pidiendo "money money money", una costumbre adquirida, más que una verdadera necesidad en aquel momento. Días antes, visitando unos arrozales, una niña de esa edad nos intentaba vender unas postales en horario escolar. Mintiéndonos nos aseguraba que el dinero era para libros y que ese día había terminado las clases más pronto de lo habitual. Le di unos céntimos por lo bien que se expresaba en inglés y porque era una niña simpática que nos había hecho el favor de sacarnos un par de fotos.

En ese colegio rodeado de niños de apariencia como aquella de los arrozales que nos mintió, decidimos cantar. Primero fue el "A por ellos", y viendo lo rápido que lo aprendían, decidimos ir al grano con "Ese Cádiz oé". También salió estupendo y aquí tienen el vídeo que inmortalizó aquel momento evangelizador en Indonesia.


Aquella no fue la única ocasión en la que se respiró cadismo. Nuestro primer día en la playa acabó en una puesta de sol con unos gaditanos de Rota, Chiclana y El Puerto. Andando por la playa de Bali, tanto su grupo como el nuestro se cruzaron por la arena mojada. Pablo había elegido ponerse la camiseta del Cádiz en su estreno en Bali y cuál fue la sorpresa de esos turistas cuando se encontraron la camiseta del Cádiz a más de 12.000 kilómetros de distancia de la Tacita.

"Ayer le decía a Juan, qué raro que nos vayamos a ir de Bali ya y no nos hayamos cruzado con nadie con la camiseta del Cádiz", nos comentaba una de las chicas del grupo. Coincidencia o no, hay que estar muy loco para esperar que en cualquier rincón del mundo haya alguien con la camiseta del Cádiz, pero más locos están aquellos que por orgullo la portan como bandera, religión y patria.

Entrevista cónsul de España en el sur de China





Entrevista:  Carlos Morales, primer cónsul de España en el sur de China (final de mandato de tres años).

Texto: Luis Parodi
Fotos: Jorge Conesa



Carlos Morales, en su oficina del consulado de Cantón















Morales: "El día que en España la educación tenga tanta importancia como el fútbol, empezaremos a cambiar"



El cónsul saliente de España en el sur de China considera "prioritario" que las autoridades españolas visiten el gigante asiático y que las líneas aéreas locales abran conexiones con Madrid para favorecer la inversión china.


Carlos Morales, primer cónsul de España en el sur de China, termina después de tres años con el reto de dar a luz el consulado de España en una demarcación que reúne siete provincias y en la que viven más personas que en todos los Estados Unidos. En 2009, Guangzhou, la capital de Cantón, sufría la operación de estética más importante de su historia reciente para albergar los Juegos Asiáticos del 2010. Las líneas de metro se ramificaban como lianas subterráneas hasta convertirse hoy en día en unas de las más modernas del mundo, a los edificios les lavaban la cara hasta que sus fachadas perdían el aspecto mugriento, las calzadas se reasfaltaban y las zonas financieras engullían a los laberínticos barrios mientras los rascacielos surgían como setas.

Morales tiene la sensación de haber vivido un cambio en Guangzhou más radical que los tres años que marca el tiempo de su estancia. Aun así, se va con la pena de ver cómo el asunto de los derechos humanos conserva la rancia esencia que palpó tras su aterrizaje o de que el Instituto Cervantes siga todavía en ciernes; asegura sentirse orgulloso de haber ayudado a decenas de empresarios españoles que, muchas veces, cegados por un oasis en donde se avista un negocio seguro se topan de bruces con un escenario repleto de trampas a las que sobreponerse: "Muchos no lo consiguen, pero otros, sí".
Desde que se creó el consulado, el número de españoles registrados en Cantón se ha triplicado y es que en el transvase migratorio entre China y España son más los últimos los que hacen las maletas.

"En China dejo amigos y sentimientos, pero me voy a México, a Latinoamérica, donde todo diplomático debe estar al menos una vez en la vida", asegura este cónsul de aspecto joven y lozano que no se muerde la lengua. Nos invita a sentarnos en el sofá en el que, como un psicólogo, escucha a diario a sus hijos, los empresarios españoles.





- Usted había visitado China antes de ser cónsul en varias ocasiones, ahora que se marcha, ¿la impresión que tenía ha cambiado mucho?
-Vine a China por primera vez en 1996, cuando vivía en Filipinas y por entonces China no era la potencia política y económica que es hoy. China seguía siendo en aquella época un país con un cierto desarrollo, un país más de Asia, como podía ser Indonesia o Tailandia. Pero en Filipinas me di cuenta del impacto cultural que los chinos tienen en esta parte del mundo. Luego me fui a Estados Unidos, regresé a España y retomé los asuntos asiáticos. Y de ahí volví a viajar a China. Me encontré con un país más desarrollado, más seguro de sí mismo, que empezaba a contar más en la esfera internacional y en estos últimos años el desarrollo de China ha sido velocísimo. Cuando llegué yo hace tres años para abrir el consulado, China era la cuarta economía del mundo y ahora es la segunda. Fue superando a un país detrás de otro hasta adelantar a Alemania y Japón. La China de mi infancia era comparable a lo que es actualmente Corea del Norte, nadie pensaba en China. La gran potencia en Asia era Japón. Ahora se concibe a China como a Japón en los años 80, como un imperio en alza.

- Algunos analistas han llegado a decir que China ha sido desposeída de su cultura debido a las convulsiones de este último siglo. ¿Comparte esa opinión?
-China tiene un sustrato cultural muy fuerte y uno de los rasgos más importantes de ser chino es precisamente su bagaje y todos sus componentes culturales. La cultura china se hace notar en toda Asia. En el sudeste asiático es fundamentalmente la combinación de dos grandes culturas, que son la china y la india. Hay países donde la cultura india es más fuerte, como Tailandia o Camboya y otros donde la china empuja más, como Vietnam. Evidentemente, en el siglo XX ha habido transformaciones dentro de China y ha sido terriblemente duro para ellos, brutal diría yo, pero hay un orgullo cultural muy grande en este país, no solo en los estamentos oficiales, sino a nivel general.

- Habrá escuchado esto ya antes, 'China es un capitalismo disfrazado de comunismo'...
-Es muy difícil definirlo, aunque la mayoría lo llama 'Capitalismo de estado'. En realidad es un capitalismo dickensiano del siglo XIX, capitalismo de los grandes emporios de la América de después de la guerra de secesión de Estados Unidos que derivaron en las grandes empresas del Nueva York o Chicago de 1870-80. Pero al mismo tiempo, teniendo en cuenta el sistema político y la importancia del partido comunista, la forma de hacer negocio aquí está muy condicionada, pero sí se le puede llamar capitalismo de estado.

- Qué tipo de inversión debe atraer más España de China: ¿I+D+I o compra de vivienda con concesión  de visados?
-España es un país muy atractivo para invertir, es un país con una fuerza productiva de un nivel educativo elevado, un país que ofrece muchas posibilidades, pero evidentemente el chino está en un momento de cierta cautela para ver de qué manera se resuelve toda la cuestión de la crisis. Los chinos, que son buenos comerciantes, ven que los precios del sector inmobiliario siguen bajando y cuanto más bajen y crean que tocan fondo, antes empezarán a comprar. Zonas como el centro de Madrid, Barcelona, Mallorca o Ibiza siguen teniendo las viviendas muy caras. Ya se han hecho con una serie de empresas en algunos países con mayores dificultades que España: es el caso de Grecia y Portugal. En España quizá no hayan comprado tanto porque somos un país con grandes empresas, grandes infraestructuras mucho más caras y con un valor añadido mayor y un mayor coste para ellos. En cuanto al tema inmobiliario, los chinos buscan calidad. La colonia de 200.000 chinos radicados en España está comprando propiedades, porque les surgen oportunidades y los precios fuera de las ciudades han bajado mucho. Todo esto está conectado con el tema de los visados. No debería ser complicado obtener un visado que les permitiera disfrutar de esas propiedades. Sé que hay intentos de que la ley permita una mayor flexibilidad en este ámbito y creo que es muy positivo que se haga así y que hay que promover la posibilidad de que los chinos, como los rusos, puedan comprar propiedades en España. El único problema es que los rusos están a cuatro horas de España y los chinos están a más de 12. Vuelos desde Rusia hay muchos y desde China hay muy pocos, la mayor parte de ellos concentrados en Pekín. No es solo el tema de visados, sino también las facilidades para volar a España. Si hubiera vuelos desde Shanghai o desde Guangzhou sería más fácil para estos chinos, que viven en zonas muy diversas del país. Pero claro, si tienen que hacer escala en Pekín, o en París o en Londres o en Amsterdam... pues es un poco más complicado.

- ¿Es esta una crítica hacia los gobernantes españoles que no son capaces de acercar ambos países?
Carlos Morales, en un momento de la entrevista
- No es una crítica, sino la realidad. España es un país fantástico, fácil de vender, que ofrece muchas posibilidades para quien quiera invertir, ir de vacaciones, divertirse, pero evidentemente hay que ponérselo más fácil a los chinos. Entonces, o bien se convence a las compañías aéreas españolas, que parece que han renunciado a Asia, o bien son las compañías aéreas asiáticas las que viajan aquí. Y la mayoría de ellas tiene otras prioridades. Si nosotros queremos que ellos vengan y compren, somos nosotros los que tenemos el problema. Durante mi estancia aquí he hablado varias veces con China Southern, que es la principal compañía aérea del país y sencillamente es una cuestión de oferta y demanda. Hay mucha más demanda para ir a comprar e invertir en propiedades a Australia y están abriendo un montón de líneas en Australia. Ahora acaban de abrir otra entre Guangzhou y Londres. Pero en los tres años que llevo aquí, salvo el antiguo ministro de Industria y el antiguo secretario de Estado de Turismo, no ha venido nadie más. Si no vienen altas autoridades a intentar convencer a la compañía aérea más importante del país, lo tenemos complicado, y así no vamos a atraer inversión, por ejemplo, de una de las provincias con mayor renta per cápita del país como es la de Cantón, que tiene 105 millones de habitantes.

- Si ellos invierten, ¿qué les ofrecería España a cambio? ¿Es verdad que el chino busca más el negocio que el sol o las playas?
-El chino busca negocio, pero busca también calidad de vida. Después de haber hecho mucho dinero de una forma rápida y siendo relativamente joven, busca un país que esté bien conectado, que tenga una gran calidad de vida. Al fin y al cabo, para un chino que viene a España, vivir en Inglaterra o hacerlo en Francia tampoco implica mucha diferencia, porque Europa es pequeña, cada país europeo es como una provincia china, pero está claro que si pueden disfrutar del sol, del clima y de la calidad de vida y del medio ambiente limpio y de la tranquilidad y seguridad que ofrecen las ciudades españolas, pues se van a establecer en España. Si sus hijos pueden acceder a buenos colegios privados bilingües, buenas universidades... pues no se lo van a pensar. En España tenemos universidades privadas que ofrecen eso y escuela de negocio que también lo ofrecen. Y esto que estoy comentando es algo que he oído de empresarios chinos. Sin embargo, falta una mayor difusión en China de todo esto. Aquí (por China) uno abre la prensa y ve todo tipo de colegios británicos, australianos... Toda esa  publicidad, todas las visitas de esos países aquí son innumerables. Pero visitas de autoridades españolas, la verdad, no hay muchas. Quizás vayan a Pekín, pero al sur, desde luego, no.

- ¿Estamos en desventaja con otros países de Europa por eso de que los españoles no hablan bien inglés?
-Cada vez hay más gente en España que habla Inglés y si no es así, ya va siendo hora.

- La educación en China, ¿está siguiendo el camino adecuado?
-Hay una cosa que admiro no solo de los chinos sino de todas las culturas asiáticas desde que vine aquí la primera vez en 1996. La educación es uno de los aspectos fundamentales de esta sociedad. La educación de los hijos es fundamental: la familia, el estado y la sociedad se vuelca en la educación. Desgraciadamente, eso no lo he visto en España. La obsesión por la formación y por el futuro de las nuevas generaciones en Corea, Japón o en China no existe en España, y no sé si en otros países de Europa existirá o no. Nos sacan una gran ventaja. El día que en España la educación tenga tanta importancia como el fútbol, quizá empezaremos a cambiar.

- Hay voces disidentes que critican la forma de educar en China, la manera de adoctrinar a los alumnos, la excesiva disciplina.
-Es un poco la mentalidad del país, no solo en China, sino en Asia. Hay una serie de valores que se acentúan, como es la disciplina, los valores sociales o el respeto a los superiores, bien sean profesores o padres. Funciona.

- ¿Dejará China de ser la fábrica del mundo? ¿Habrá una explosión de la burbuja inmobiliaria como se pronostica desde otros países?
- En este sentido soy bastante optimista. La prensa internacional es bastante prejuiciosa cuando habla de China. La antipatía hacia el sistema político de aquí es evidente, sobre todo desde la prensa anglosajona. El deseo de esta prensa es que la economía china fracase. Para determinados centros de poder económicos del mundo, Wall Street Journal Finalcial Times, representantes del capitalismo liberal... que un país oficialmente comunista funcione y que en los últimos 30 años haya obrado el mayor milagro económico de la historia es muy difícil de tragar. Sirenas anunciando el colapso de este sistema las he venido escuchando en los últimos 20 años. Todos los años China se va a desinflar y va a haber un colapso del sistema económico chino, sin embargo no lo hay. Por el contrario, todos los años India va a ser el gran poder, va a pasar a China... porque es una democracia. Pero no es así. India es un país más estimulante desde el punto de vista político, pero desde el punto de vista económico es un desastre. En el ámbito de infraestructuras, China y India no se pueden comparar, hay una diferencia no de años, sino de décadas. Dicho esto, hay un desplazamiento en el mundo de las manufacturas, yo diría que no tanto hacia otros países, que también, sino hacia otras zonas de China. China es muy grande con muchos grados de desarrollo. En esta provincia, en Cantón, se ve muy claro. En el Delta del Río Perla, las fábricas de mano de obra barata e intensivas en trabajo se están desplazando a provincias del interior como Hunan. China seguirá siendo durante muchos años un centro de manufacturas, pero un centro de manufacturas de un mayor nivel. Las manufacturas más baratas se producirán en Bangladesh o en Sudamérica; en China, la zona costera subirá en valor añadido y el interior hará lo que hacía la costa hasta hace poco.
Sobre la burbuja inmobiliaria, venimos de un país con una de las mayores burbujas inmobiliarias de la historia. No creo que vaya a pasar lo de España, porque lo que pasó es tan ridículo que los dirigentes chinos, que son más listos que los españoles, no permitirán que suceda. Aquí han pinchado la burbuja o la están desinflando y todavía hay mucha capacidad de adquisición de vivienda. Más de 800 millones de personas viven en el campo... No es comparable a lo de España.

- ¿El mundo anglosajón tiene interés porque China deje de crecer?
-Cuando hablo del mundo anglosajón quiero decir el que controla los grandes medios de comunicación y agencias de noticias y desde el que todos los demás obtenemos la información con una falta de objetividad plausible. Evidentemente el mundo anglosajón es mucho más abierto que el chino en la difusión de noticias, pero dicho esto, no significa que las noticias que salen del mundo anglosajón sean inocentes o neutrales. Porque desde el mismo momento que uno elige priorizar una noticia sobre otra o poner de manifiesto una matanza en Irak sobre otra en Nigeria, ya está censurando. ¿Por qué una noticia de éxito económico en la India se magnifica mucho más que una noticia de éxito en China? Solo hay que ver cómo nuestro país ha sido brutalizado internacionalmente con la crisis. Estamos en una situación muy mala, pero noticias económicas malas surgen de muchos países, incluso el Reino Unido. Veremos a ver cómo trata la prensa anglosajona el futuro escándalo de Barclays, cuando han crucificado todos los bancos en España, cuando no todos los bancos en España están en quiebra.

- ¿Están Estados Unidos y China condenados a entenderse? Aparte de ser las dos economías principales del mundo, tienen también los dos aparatos militares más poderosos.
-Estados Unidos sí lo tiene, China, no. La primacía militar, política, cultural y económica de Estados Unidos no se puede comparar con la de China. Pensar en algo más sería una paranoia. EEUU sigue estando a años luz de China. El mundo no es bipolar, sigue siendo unipolar. China es un país que crece rápido y evidentemente está haciendo las cosas muy bien y económicamente EEUU y China están muy interrelacionados, pero si el sistema económico estadounidense desbarrara, se llevaría por delante a China. Al revés de lo que se piensa muchas veces, el eslabón fuerte en esta cadena es el americano. EEUU tiene todavía cuerda para rato.

- Los chinos que trabajan en el campo necesitan un pasaporte para entrar en las ciudades...
-El Hukou (sistema que establece una serie de beneficios sociales como sanidad, educación, etc para las personas que viven en las ciudades) es un tema interno chino. No me gusta, es un sistema de apartheid interno que les ha funcionado para evitar que las ciudades chinas se convirtieran en grandes metrópolis tercermundistas como hay en India, grandes cinturones de miseria que aquí no existen. Aquí ha habido una urbanización controlada. China, a pesar de ser un país de desarrollo medio, tiene a casi la mitad de la población viviendo en el campo. Eso genera muchísimas injusticias y un sistema de apartheid interno que con los años se intentará paliar, porque es una de las grandes fuentes de tensión social que tiene el país ahora y que va a incrementarse con los años.

- En China existe una mafia o sociedad en la sombra conocida como 'heishehuí' que implica los sobres rojos en la frontera, la obligación de llevarse bien con el Gobierno o el llamado 'guanxi', la corrupción... ¿Cambiará con el nuevo gobierno?
-Guanxi es un aspecto cultural, no solamente político. El guanxi es tener relación con un tipo de gente, hacer negocios, pero también pasa en España. Los negocios dependen del tipo de gente que conozcas, es exactamente así, tampoco hay mucha más diferencia, aunque en España el poder está mucho más fragmentado, descentralizado y al ser una democracia, cambia, pero hemos visto en todos estos años que han concluido con la crisis la connivencia que había entre muchos ayuntamientos y constructoras, empresas... De una forma también más chusca, pero el guanxi existe tal cual en nuestro país.

- Uno de los deberes de un cónsul es velar por las relaciones comerciales entre el país receptor y España, este tipo de 'guanxi' o corrupción, ¿hasta qué punto dificulta las relaciones comerciales?
-No creo que guanxi sea corrupción. Guanxi es relación y la corrupción es otra cosa y aunque este país llegara a ser una democracia como la danesa, el guanxi nunca dejaría de existir. Porque es un aspecto esencial de la cultura china. El chino siempre confiará más en un primo, en un cuñado, en el amigo del primo para hacer negocios, es así. Otra cosa es la corrupción, que se da cuando la transparencia en los negocios no es la ideal o cuando entran políticos a hacer y deshacer deliberadamente o cuando hay falta de oportunidades o existe falta de seguridad jurídica, etcétera. Eso es otra cosa y eso aquí existe en mayor medida que en otros países. Aun así, muchos empresarios españoles y extranjeros vienen aquí y se enfrentan con ello, lo sufren. Muchos de ellos fracasan y muchos de ellos salen adelante. Hay que ser muy conscientes de que la corrupción existe.

- ¿Animaría a los empresarios españoles a venir a China?
- Si se tiene algo de calidad, sí. Depende de lo que quieran vender. Este sigue siendo un gran mercado.

- ¿Y tenemos cosas que ofrecer aparte del aceite y el vino?
-Tenemos nuevas tecnologías, las energías renovables, pero evidentemente la brecha entre China y España en estas cuestiones es cada vez menor. Este país no es lo que era hace 15 años. Se está desarrollando muy rápido, con una clase empresarial extensísima, el chino medio suele ser muy trabajador y aprende muy rápido y cada vez necesitan menos los productos de occidente y los que necesitan son cada vez de más calidad y de más valor añadido. Si nosotros estamos en condiciones de ofrecerlo, yo animaría, de lo contrario... esto ya no es la panacea de hace 15 años.

Despacho del cónsul
- El chino busca la inversión extranjera, se empapa de los conocimientos de los países desarrollados para pasar a producir por su cuenta. ¿Es cierto?
-Eso lo hemos hecho todos. España absorbió gran parte de la producción extranjera en los años 80. Éramos la China de los años 80 después de entrar en la UE.

- Dice usted que los chinos son muy trabajadores, ¿qué le diría al presidente de Mercadona cuando dijo que los españoles deberían trabajar como los chinos?
-Es muy difícil trabajar como los chinos. Ellos tienen una ética del trabajo y es una ética que los españoles hemos tenido, sobre todo la generación de mis padres, la generación de la posguerra. Pero creo que alguien nos ha vendido en España en los últimos años que éramos un país rico y que el Estado iba a proveerlo todo. España es un país que funciona en la medida que la gente trabaja, se esfuerza y se organiza y sale adelante. No somos Australia, un país con 23 millones de habitantes que vive en una extensión como toda Europa y que tiene grandes depósitos  de uranio y hierro; ni lo somos, ni lo hemos sido, ni lo seremos nunca. Creo que la gente debe asumir más responsabilidades, deberes sin renunciar a sus derechos, pero conseguir un equilibrio entre ambos. Los chinos cada vez exigen más derechos: a tener un trabajo digno y unas condiciones dignas con jornadas laborales más reducidas, con más días de descanso y mayores salarios, vivir en mejores ciudades, ciudades más limpias, más oferta de ocio... La china actual no es la China de hace 20 años con ese sistema de esclavitud, pero sigue dependiendo mucho de las regiones. Pero en fin, no estaría de más aprender un poco de la ética del trabajo aquí, que no significa copiar, porque tenemos historias y antecedentes muy distintos.

- En los desiertos africanos, cuando el caminante comienza a sentir el golpe de la sed tiende a alucinar con oasis. Ahora que los españoles están atravesando ese desierto, ¿pueden ver en China ese oasis que en realidad no existe? 
-Esa es una imagen de 'El dorado' que se tiene sobre el mercado chino, y el mercado chino es muy complicado. Aquí hay que luchar cada vez más y lo saben los que están aquí. Cada vez hay más competencia, porque los chinos son cada vez más competitivos, muy listos y se mueven mejor en el comercio. Cada vez hay menos productos que no puedan ellos fabricar o mejorar y, por último, porque es un mercado con muchas trampas. No es un mercado fácil y hay problemas de seguridad jurídica, de arbitrariedad y eso es obvio, no es tan transparente como los mercados europeos o estadounidenses.

- ¿Ha vivido en primera persona experiencias con empresarios españoles?
-Lo vivo en primera persona todos los días. En este sofá se sientan a diario muchos empresarios. Este consulado es básicamente comercial. Toda la comunidad, el 80 % de los españoles asentados aquí, son pequeños empresarios, no son los grandes bufetes de abogados o las grandes empresas que tienen armas de todo tipo para enfrentarse a esto, sino los pequeños, que tienen grandes problemas para hacer entrar un contenedor, que se enfrentan a leyes volátiles, a normas que cambian sin preaviso, que sus socios chinos les estafan, que van a los tribunales y los jueces chinos siempre fallan en contra de ellos... Eso es continuo. Pero dicho todo esto, que no es El dorado, empresarios españoles siguen llegando, profesionales liberales como arquitectos o diseñadores siguen llegando y salen adelante, trabajando mucho. Que a lo mejor trabajan lo mismo en España y salen adelante, pues no lo sé, pero prefieren venir aquí, trabajar mucho y salir adelante.

- Hace cinco o diez años, los españoles no hubieran venido aquí sin cobrar nada, sin embargo, la situación está cambiando, ahora da la sensación de que son más los españoles que vienen aquí que los chinos que van a España.
-En los tres años que lleva abierto el consulado se ha triplicado el número de españoles que vienen aquí. Hay muchos estudiantes o recién licenciados que vienen a enseñar español o a buscarse la vida en lo que puedan. En cuanto a la inmigración de China a España, sigue habiendo muchísimos fujianeses que emigran a España, porque ya hay una colonia bastante importante y porque a los chinos en España les va muy bien.

- ¿Usted le diría a los españoles que se vengan con una venda en los ojos y que lo intenten en China?
-No le recomendaría a nadie que fuera a ningún sitio con la venda en los ojos.

- Pero, ¿les recomendaría China u otro país?
-No es fácil de responder. China es un país muy duro, por cuestiones culturales e idiomáticas y que además se está poniendo muy duro con el tema de la inmigración ilegal. Aunque eso va por provincias, quizá en el sur son más tolerantes que en Pekín. Si uno está interesado en la cultura china, si quiere aprender chino, me parece bien que venga aquí, pero lo ideal sería llegar con un contrato.

- La supuesta violación de un inglés a una china, ¿fue un montaje para controlar más a los extranjeros o sucedió realmente?
-No puedo opinar sobre eso, no lo sé.

- El cambio que se va a producir en el Politburó y los que se han venido produciendo en las administraciones provinciales, ¿tendrá efectos sobre el país?.
-No soy un experto en este ámbito. Lo he seguido durante muchos años, pero no estoy en Pekín. A lo mejor hay un cambio de estilo, pero en lo esencial no creo que haya cambios.

- En los tres años que ha estado en China, han cambiado cosas para bien, pero otras para mal.
-Cuando llegué aquí, pensaba que la situación de derechos humanos se iba a dulcificar, pero la represión sigue siendo la misma de siempre. Me sorprende que un gran país como China, con dirigentes tan inteligentes y brillantes, porque lo deben ser para dirigir este país, hagan tan mala política con los derechos humanos. Este es un país dividido, por un lado se busca tener una mayor proyección cultural y civilizada y por otro lado, el soft power (poder blando), pero hasta que no tenga una política de derechos humanos más suave, ese soft power no va a llegar a ninguna parte. Eso lo saben ellos perfectamente, pero están sometidos a enormes presiones internas. La falta de magnanimidad, la miseria moral y ética en el tratamiento de muchos casos, me sorprende y desilusiona enormemente. Pero hay aspectos muy estimulantes, como el de los blogs y el de ver cómo la sociedad, sobre todo la gente joven, piensa ya de manera distinta. Es una sociedad en ebullición, de las más interesantes del mundo, aunque desde occidente siempre se hable de China con muchos prejuicios. Aquí se está produciendo una de las revoluciones más importantes de la historia, quizá mucho más importante de lo que lo puedan ser todas las revoluciones árabes; una revolución mucho más asiática, más tranquila y moderada, pero que el día de mañana podría tener un mayor impacto en el conjunto de la humanidad.

- ¿En qué situación se encuentra España con respecto a China en el plano comercial? Siguen sin darle al jamón de pata la anuencia para entrar en el país libremente.
Primer plano del cónsul saliente
-España no tiene ninguna capacidad. Somos un país que tenía una cierto poder hace unos años, hace 5 o 7 años, cuando teníamos capacidad de interlocución política, dentro de la UE nos ha pasado lo mismo. Por otro lado, ya no se habla dentro de la UE de debates como el estatuto de la economía de mercado o, las mismas presidencias, han dejado de tener sentido. Ahora en Europa se celebran las cumbres entre la UE y China, que tienen una relevancia relativa y ese debilitamiento de la UE en China arrastra a España, que a su vez es un país muy debilitado dentro de la UE.

- ¿Y la firma de protocolos para dar permiso a la entrada de ciertos productos españoles?
-Será cuando a ellos les interese y si de verdad hay chinos que quieran importar el jamón con hueso, por ejemplo. Depende de sus intereses, sus razones tendrán para no permitirlo. Los chinos tienen razones para todo, cosa que los españoles a veces no, para ser sincero. Pero los chinos, que forman un país serio, como los americanos, hacen las cosas por razones. En España nadie se sienta a pensar por qué o cuáles van a ser las consecuencias a medio y largo plazo de una decisión.

- ¿Cuál fue el leitmotiv del cónsul cuando abrió la oficina?
-Me pareció un desafío profesional y personal, que es casi más importante. Era un país que yo conocía, al que había venido muchas veces. El consulado funciona muy bien y hoy ya podemos hablar de que hay una cierta referencia de España en Guangzhou, la tercera metrópoli más importante del país y uno de las más importantes del mundo. Ahora hay que construir en el ámbito comercial, pero también en el ámbito educativo, donde hay enormes posibilidades y en los que el idioma y la cultura española se desarrollan muchas veces por la enorme fuerza que tiene en el mundo. Esta ha sido una de las facetas a la que yo más me he dedicado, y aunque tenemos muy poco presupuesto para promocionar nuestra lengua, los departamentos de español que se inauguran en universidades chinas son innumerables. He visitado muchísimas instituciones educativas en estos dos últimos años, me han pedido profesores y hemos encontrado puestos de trabajo para españoles. El idioma español es como el aceite o el vino, un activo muy importante de nuestro país, si no que se lo pregunten a los británicos: ¿qué porcentaje del PIB del Reino Unido se destina al inglés? Lo mismo le puede pasar a España con el idioma, una industria que puede crecer mucho y donde no se necesitan enormes esfuerzos, pero sí tener las cosas muy claras. Llevamos seis años intentando abrir un Instituto Cervantes en Shanghai sin que hayamos podido convencer a las autoridades chinas al respecto.

- ¿De qué se siente más orgulloso en estos tres años?
-De haber abierto el consulado y de que funcione bien. Y, sobre todo, de la reacción de la comunidad española y de que hayamos podido ayudar a los empresarios que viven aquí, cuya vida no siempre es fácil.

- Siempre habla con mucho sentimiento del empresario español.
-No era consciente de ese mundo. Considero que son gente de una gran valía, de un gran coraje, les tengo un enorme respeto y admiración, porque al fin y al cabo yo soy un funcionario, un diplomático y soy un trapecista con red, pero ellos son trapecistas sin red.

- ¿Se va contento a México?
-Me voy con añoranza. Casi la mitad de mi carrera la he dedicado a Asia, pero como el sistema español no premia mucho la especialización, y quizá es bueno que tampoco la premie, no es una crítica, sino una realidad, no puedo continuar aquí. Dicho lo cual, México es el gran país hispano, la gran cultura hispana. Tengo muchas conexiones familiares y personales allí. Quería ser diplomático español en Latinoamérica, que es una cosa que todos mis compañeros me han dicho que un diplomático debe hacer y era una asignatura pendiente en mis 23 años de carrera. Me voy como segunda jefatura, ministro consejero, es un desafío, una de las embajadas más grandes del mundo y vuelvo al plano político, del análisis político, que es donde mejor me muevo. El plano consular ha sido un paréntesis. Dejo amigo, experiencias, sentimientos en Guangzhou, que ha sido mi ciudad. Dejo Asia después de 10 años viviendo y estudiando este continente.

- ¿Le da más miedo irse a México que cuando vino a China?
-A China vine muy asustado y allí, la embajada está montada. Aquí fue un desafío, me lanzaron en paracaídas, aunque con red, pero aun así, no fue fácil.