Ganarse la confianza de una
fuente es el mejor premio que puede obtener un periodista. Aunque ahora no
ejerza como tal, uno lleva su profesión por dentro y sabe distinguir una
historia buena de otra mala. Y cuando esto pasa debe mantener en calma la
pasión que por dentro le hierve.
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Isaac, de la empresa Químicas Sanz, con su traductor |
Asistí a una feria del mueble en
el complejo más grande del mundo en organización de ferias y exposiciones, el
de Guangzhou. Miles de kilómetros cuadrados destinados a exhibidores de
empresas, clientes y compradores venidos de todo el mundo. Huele a negocio en
todas las esquinas. A las 12.30, después de más de dos horas visitando stands
para elaborar un informe para el Icex y recabar información para un cliente
interesado en el diseño industrial, recogí a M e hicimos la pausa de la comida.
La hora del almuerzo aquí es incluso más temprana que la europea. "Los
chinos comen a las 11 o 11.30, así que lo mejor es que nos vayamos a las 12.30
para no hacer tanta cola", me comentaba M. Oculto el nombre porque aunque
no creo que el gobierno chino se preocupe por este blog, intuyo que a M no le
sentaría bien reconocer su nombre aquí. M nació en Mallorca, pero proviene de
una familia china de la primera oleada de inmigrantes que puso pies, morada y
futuro en España. "Restaurante La Gran Muralla", bromea. Tiene 27
años y una experiencia que se percibe en unos ojos que ya han derramado toda
la inocencia a base de tanto abrir y cerrar el tarro de la vida.
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La empresa Alvic, de la mano de su distribuidor en China,
montó un stand |
M habla un español de jerga casi
perfecta y de sonido casi engrasado. Ojos, boca y pelo chinos, pero sonrisa y
humor europeos. Vivo como un moro, no se le escapa una y sabe manejar los
tiempos y sus palabras para llegar a donde quiere, ni un metro más ni uno menos.
Estudió en un colegio español hasta los 6 años, cuando su madre lo mandó a Shanghai
con la abuela para que recibiera el cariño que en España le iba a faltar a
causa de la dedicación que requiere la hostelería. Fue a la escuela hasta los
10 años. Regresó a España y fue absorbiendo el idioma nuestro hasta que lo
dominó para tener que regresar con 14 años a China y otra vez venir a España
para hacer el bachillerato y quedarse hasta perder de vista su adolescencia
entre las playas de Mallorca. Tiene una novia francesa, algunos años mayor que
él y también ha vivido en Ginebra, "la mejor experiencia de mi vida,
macho, allí se vive bien, se gana mucho dinero. Una limpiadora allí gana como
mínimo 2.500 euros y hoy en día más, con el franco suizo casi a la par del euro,
todavía se vive mejor. Allí no hay problemas de dinero, pero aquí sí, amigo,
aquí el dinero lo mueve todo". Días atrás, también en la feria y a la hora
de la comida, ya había advertido a un chino que se había colado hasta dos veces
consecutivas en una larga cola de espera en busca de la ración. "Los
chinos son así, tío, no quieren problemas, pero se van a colar así
silenciosamente y como los chinos no quieren problemas pues nadie le dice nada
y parece como si no hubiera pasado nada". Dos días después fui yo el que secundé
las palabras de M. Esperando al coche eléctrico que conecta los pabellones de
la feria se me coló una pareja de chinos y al igual que hizo M, les recriminé
en un inglés que ellos no entendían o no querían entender que retrocedieran a
su puesto. Fue entonces cuando el resto de chinos de la cola reaccionó, hasta
incluso cederme todos la primera posición en una demostración de vergüenza y
supeditación a cualquier actitud occidental.
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Una de las pasarelas que conduce de un
pabellón a otro |
"Hoy en día se puede
exportar de todo. Cualquier país puede hacer cualquier cosa y en China se hace
de todo, menos artistas. China no tiene artistas", me decía M. "En
China no hay libertad, en el colegio sufrimos la presión de la competencia.
El mejor no es el más gracioso de la clase como sucede en España, aquí el mejor
es el que mejores notas sacas". Le pregunté que por qué sufrían esa
competencia. "En el colegio no solo sufres la presión del profesor,
sino de todos los que te rodean, tu familia va a preguntarte, tus tíos, tus
abuelos, la limpiadora que limpia el cuarto de baño del colegio va a preguntarte
por tus notas. Yo estaba entre los normales de la clase, mis notas eran siempre
de ochos y nueves, pero los mejores estaban entre el 9,5 y el 10. Esos eran los
más reconocidos de la clase" -seguía-. "En China no se piensa. Aquí
no se promueve que el alumno pueda pensar. En España hay libertad, yo me sentía
libre cuando iba a España. Era yo mismo y el resto no podía decidir por ti,
pero aquí dependes de tus padres. En España tu padre te dice que no salgas con
una china y tú le dices a tu padre que te deje en paz. Aquí, si tú quieres estar
con una china, dependes del dinero y entonces el padre dirá si eres apto o no y
la niña tendrá que obedecer. Aquí todo se impone y por eso el chino que entra
en el colegio hoy será un hijo de puta el día de mañana y se portará como un
cabrón con sus trabajadores. En una negociación con un chino, te darás cuenta
de que el chino nunca va a decir que no a algo, es más, tú te vas a ir con la
impresión de que ya se ha llegado a un acuerdo favorable para los dos, pero el chino
luego va a hacer lo que le dé la gana, porque tiene que demostrar poder ante
sus trabajadores y simplemente por su orgullo va a trastocar todo lo acordado y
hacerlo según le parezca aunque sepa que lo acordado sea más favorable, pero tiene
que mostrar poder".
M reconoce los defectos y las virtudes de los españoles
y chinos por igual, tiene un corazón forjado en dos países. "Eso sí, el
chino en las matemáticas es rapidísimo. Está adiestrado para eso, sabe el
camino que tiene que seguir y no se va a salir de él. Por mucho que uno quiera,
al final acaba entrando en vereda. Los chinos son animales, tío, son animales.
Tú sabes que a un perro se le dice que se siente, si no se sienta se le da un
azote; si no se siente se le da otro; si no, otro, y al final se sienta. Pues
aquí es igual, ya te darás cuenta. Los comunistas tienen todo el dinero, tienen
dinero de otros países, cantidades enormes de dinero de otros países, ya están
podridos de dólares y ahora se están haciendo con euros, hasta que tengan más
euros que la propia Europa. Ellos saben lo que quieren y no van a descansar
hasta que se hagan los amos del mundo". Siempre me ha llamado la atención
la cantidad de policías que hay en todas partes en China. "Esos no son
policías, son guardas o en todo caso policías de la ciudad, no hacen nada.
Están todo el día sentados, no trabajan". Y es que se calcula que solo en
GZ se necesitan alrededor de un millón de trabajadores para cubrir vacantes. Un
par de representantes de la empresa Conejero, del subsector de rodamiento para
mobiliario lleva viniendo a GZ desde hace muchos años. También presentes en la
feria, uno le decía al otro, China no es lo que era hace ocho años.
"Cuando venía las primeras veces, veía en la carretera a un montón de
chinos cortando uno detrás del otro los setos y matorrales de la carretera y
ahora apenas hay, porque se necesita mano de obra en otros sitios. China ha
cambiado. Ya tampoco se escupe. Yo llegué a contar más de 500 escupitajos
seguidos mientras esperaba en el aeropuerto, lo de ahora ya no es escupir,
hombre", le comentaba el más veterano al más novel.
"Los que de verdad imponen
son los militares. A los militares se les manda a eventos importantes, a la
expo de Shanghai, por ejemplo, muchos no llevan ni armas, pero tienen todo el
poder. ¿No has oído hablar de la tortura china? Los chinos son crueles". Y
me lo corroboraba horas después Igor Burgos, responsable de la filial
alicantina Zahonero en China, la más veterana en GZ. Igor lleva ocho años en el
sur de China, es padre de una hija china y casado con una china
"occidentalizada", apostilla, "porque si no acabarían por
consumirte en su cultura". "No puedo pensar que me quedaré aquí para
siempre, porque pensaba eso hace diez años y luego, mira, de Zahonero Italia a
Zahonero China. "¿¡Que no has visto accidentes en China!?" me
preguntaba perplejo. "Yo era como tú, hasta que un día, en una carretera
normalmente despejada de gente vi una acumulación de tráfico, me acerqué con el
coche a ver por qué estaba tanta gente parada y vi una pierna por aquí, un
tronco por allá, una pierna, la otra y los camiones pasando por encima".
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La parcela española, con cuatro empresas españolas
integradas en él |
Y poco a poco, en el tiempo que
llevo aquí voy cayendo en la cuenta de que, como me dice mi predecesor en
Extenda, la china "es una sociedad que ha pasado del estado feudal al
capitalismo en solo 30 años" y han absorbido toda la transición de un
estado a otro en décimas de segundo, de tal forma que es posible ver a chinos
desterrados en los campos muriendo cuando las inundaciones ahogan sus cosechas,
otros atiborrados de un dinero que jamás pensaron correría por sus venas de
niño pobre y otros capaces de repasar con las ruedas de su camión las piernas
de un muerto en carretera.
Por eso, día a día, después de
haber sentido la fascinación del emporio chino, veo como esos castillos de
piedra se desmoronan hasta formar una ceniza de contaminación en la que todos
los chinos parecen autómatas, como si hubieran sido prediseñados al amparo de
aquel libro que preconizaba un mundo feliz dominado por la casta Alfa y
ordeñado por los Gammas. "En China no hay naturaleza apenas, nos la hemos
cargado. Al Gobierno le da igual con tal de hacer dinero. Todo está lleno de
cemento", dice M.
Sin embargo, cada mañana veo
decenas de ellos con mascarillas, o niñas remilgadas sacudiéndose con
aspavientos el humo de los autobuses, como mandando mensajes de desapruebo al
régimen, pero siempre caminando obedientes por la vereda. Como dice Igor, "tengo
un amigo casado con una china profunda, con sus tradiciones grabadas a fuego y
está ya el pobre que no puede más".