domingo, 18 de marzo de 2012

primera semana en Guangzhou





Ha pasado una semana desde que llegué a China. Considero que en una etapa de un año, el primer mes no es más que la introducción de una historia que a la postre habrá de contener también un desarrollo y un desenlace.


Este primer capítulo pretende narrar las experiencias de un extranjero que se topa con China, tantas veces pensada, pero ninguna vivida. Los españoles y gente local que voy conociendo me preguntan con inquietud de estadístico si me habré encontrado bien o mal en mi primer choque con el país. Mi respuesta ha sido siempre positiva. No me da la impresión de estar en un país muy alejado de Estados Unidos, al menos en la apariencia física: edificios colosales, gigantescos, que pretenden mostrar el poderío de un imperio que emerge de vastos siglos de emperadores, a golpe de obras de envergadura que promociona un régimen capitalista disfrazado de comunista, calles asfaltadas, zonas de recreo novísimas y grandes cadenas comerciales que invitan a los nuevos ricos a probar de la fragancia efímera del consumismo.


Pero China apenas engaña a nadie. Detrás de ese teatro de edificios imperiales, se esconde la verdad de un país que se quiebra entre una clase alta demasiado rica y una clase baja demasiado pobre. Cerca de las manzanas desarrolladas permanecen todavía enjambres de calles, comercios y gente de una humildad extrema. Aunque no se prodigan tanto como en países cercanos, digamos Vietnam o Camboya, también aquí hay porteadores que en bicicletas cargan con mercancías de un volumen extremo en alforjas y sobre estructuras de hierro a modo de transportín en la parte trasera de sus bicicletas.


El gobierno chino ansía sobrepasar a Estados Unidos. Su obsesión es tal que han construído un país barroquizado a semejanza de uno de los grandes iconos estadounidenses, Manhattan. Sin embargo, hay cosas que siguen sin cuadrar, la aglomeración de miles de chinos en las horas punta en un metro recién estrenado que funciona como un reloj; los olores de los restaurantes chinos, baratos y de apariencia sucia que elaboran una comida sabrosa como nunca antes había probado; los pasos de cebra, en los que los coches tienen preferencia sobre los peatones; la polución; y la terrible condensación de humedad que arrastra el Pacífico que hace imposible pensar en ver el sol. Solo una vez lo he visto, ayer, someramente, y ya comprobé que es cierta la coquetería de las chinas, que se refugian bajo un paraguas para proteger la blancura de su piel, clave en el ideal de belleza.


También he comprobado la admiración que los chinos sienten hacia cualquier elemento que provenga de occidente, bien seamos las personas o sus productos, moda o estilo de vida. Las chicas se afanan por imitar la forma de vestir que han inculcado los modistos más importantes americanos y europeos, con marcas de renombre de la Quinta Avenida. Los hombres, más despreocupados (no tanto los jóvenes), se conforman con vestir americana y camisa. Los coches de lujo florecen como las margaritas en primavera, sobre todo, marcas japonesas como Toyota o Hiundai con modelos que en España no se venden, mientras que los rascacielos lo hacen como setas en otoño. Aquí rasuran las edificaciones laberínticas propias de la cultura china y levantan un conjunto de edificios de 30 plantas donde se podría alojar a toda la población de Conil.


La barrera más grande que he encontrado es la idiomática. Los chinos, como los españoles, apenas hablan inglés. las generaciones más jóvenes comienzan a hacerlo, pero con un acento tan marcado que a veces se hace imposible. El idioma chino es complicado, las palabras se forman con una o dos sílabas, cada una de ellas muy similar a cualquier otra que significa algo totalmente diferente. Si bien en el inglés la pronunciación es clave, aquí este aspecto se hace todavía más trascendente. Sin embargo, los chinos, cooperan por entendernos, bien sea por su afán negociador, siempre enfocado a ganar, o por esa sonrisa generosa y bisoña que siempre esconden tras su carácter impenetrable, especialmente marcada en los niños y jóvenes, volcados con el extranjero, ávidos de hablar inglés y examinar ese extraño ser de ojos avellanados que se interesa ahora por su país tras siglos de hermetismo.


El régimen comunista apenas se percibe en el día a día, salvo por la censaura y pocos detalle más. Ellos no tienen Facebook, pero tienen Kiu Kiu; no tienen what´s app, pero tienen su homólogo en China y así con Youtube y cualquier cosa. No tienen menos que nosotros, sino que tienen lo mismo, pero bajo el auspicio de su Gobierno. En la Oficina Comercial me encargo, entre otras cosas, de leer los periódicos en inglés escritos en Hong Kong para reseñar aquellas noticias que puedan interesar a los emprendedores españoles. El resto de periódicos, obviamente, está controlado por el régimen y la calidad de la información, por tanto, es menor. Aparte, en la oficina también nos encargamos de atender a empresas interesadas en traer su producto a China, hacemos servicios personalizados, creando agenda de contactos o listado de clientes que puedan facilitar la entrada de los productos españoles. El viernes, mi compañera Daniela y yo nos reunimos con un comprador de vino español. Este chino nos comentaba los entresijos de un mercado, el vitivinícola, tan importante y complejo a la vez. Al ya conocido afán chino de falsificar todo, hasta los vinos -nos comentaba-, se une la pobre imagen grupal del sector de vinos español por vender el producto al exterior. El bodeguero español no se ha preocupado hasta hace bien poco de exportar vino español más allá de las fronteras europeas. Ahora que acecha la crisis, se desmarcan en tropel por encontrar a importadores. Sin embargo, países americanos como Argentina o Chile, otros como Australia, Reino Unido y, principalmente Francia, nos han ganado la partida por ahora. Según nos explicaba, el exportador español debería cuidar mucho aspectos de imagen y márketing, como el envasado de las botellas, el etiquetado y el embalaje. "Al chino con dinero le importa más que la etiqueta del vino esté bien pegada y sin rasguños a que el vino que vaya a tomar esté falseado con añadidos de agua o zumos". Quiere decir que el esnobismo chino es tan radical que incluso son capaces de beber un Porto a Campei (de un trago) siguiendo las tradiciones culturales chinas en demérito de la ceremonia de beber un buen vino. "Si alguna vez estáis invitados a una reunión y se bebe un Porto a Campei, es preferible que no lo hagáis y comentéis por qué no lo hacéis a que os quedéis callado y colaboréis en desperdiciar un buen vino de esa manera", nos explicaba el importador chino.


Son muchas las vivencias que ofrece un país así en una semana, sobre todo si es la primera. Cada día se viven experiencias nuevas, las más útiles y anecdóticas las iré plasmando aquí. Eso espero. Os dejo algunas fotos, las que he hecho con mi móvil. Hay más, pero en cámaras que no son mías. La semana que viene voy a Hong Kong, me compraré un Iphone aprovechando que están más baratos y ya podré subir fotos de más calidad y prácticamente al instante. Un abrazo desde Cantón

9 comentarios:

  1. Luis, hijo que bien que escribes, es un orgullo conocerte y aun siendo tan joven,con que madurez y claridad trasmites tus vivencias.
    Besos luis

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  2. Muchísimas gracias, Pilar. Se suponía que este blog iba a ser únicamente de política, pero ahora vamos a cambiar de registro, espero que para bien. Saludos

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  3. Me alegro de que todo vaya bien!! Cuídate pisha!!

    Un gran abrazo

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  4. Sigue contándonos cositas por aquí! Eres tan descriptivo que parece que yo misma estuviera allí. Gracias. Tu prima querida.

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  5. No veas Luis me he puesto a leer y parecia q estuviera por las calles de el pais asiatico, y estaba viendo a to los chinos andando por la calle y yo diciendoles , "que.... que os acabais de levanta no?? con esos ojos jajaja" mucha suerte con la experiencia espero que te sea gratificante.Un abrazo amigo.

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  6. Ya veo que te has hecho casi chinito con esas descripciones tan acertadas de la idiosincrasia china. No te has olvidado de los más menesterosos de una dictadura que explota a mayores y, lo que es peor, a niños para,como tú reconoces, emular a los EEUU. Un abrazo muy fuerte. ¡Qué te vaya muy bien y te sea de provecho!

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  7. He alucinado con la versión Shakespeare de Parodi. Te pongo en favoritos y te seguiré con avidez para poder disfrutar de tu destino desde el mío. En el que espero estar en una semanita (tu segunda). BSS

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  8. Grande Parodi! Sigue disfrutando. Me haré un Kiu Kiu para agregarte como amigo.


    Màà
    Mä!!

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